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Es poder, la voz también

Buen“os días, mi nombre es Suyay...” decía con la voz temblorosa y las manos sudando cada vez que me tocaba exponer en clase durante la primaria. Hablar en público era uno de mis mayores miedos. No importaba cuánto me preparara, sentía que mis ideas se quedaban atrapadas dentro de mí. No entendía todavía que tener algo que decir no basta si no te sientes capaz de alzar la voz. 

Crecer siendo una niña en las afueras de una gran ciudad, en una familia indígena migrante en Perú, también me enfrentó a otras situaciones difíciles. Desde los nueve años, el racismo y el acoso callejero marcaron mi día a día. ¿Era normal que me vieran como alguien menos capaz o confiable por mi color de piel? ¿Qué hombres me gritaran cosas que ni siquiera entendía mientras caminaba al colegio? En ese entonces, no tenía las palabras para nombrar lo que vivía, pero sabía que no estaba bien. 

Todo cambió cuando descubrí que nombrar las cosas también es una forma de hacerlas visibles. A los 14 años, en 2021, vi una convocatoria en Instagram para un programa virtual de liderazgo feminista. Postulé pensando en hacer amigas para combatir la soledad que sentía por la cuarentena durante la pandemia de COVID-19, pero encontré mucho más: el punto de partida de mi activismo.  

En ese espacio aprendí que mis experiencias no eran individuales, sino parte de un problema estructural. El racismo, la desigualdad de género y la falta de acceso a información y espacios seguros no solo me afectaban a mí, sino a miles de niñas y mujeres en el país. Aprendí que no estaba sola, que había adolescentes y adultas dispuestas a escucharme, que las mujeres tenemos derechos, y que existían muchas maneras de alzar la voz para exigirlos. De pronto, la rabia y la pena que había cargado desde niña se convirtieron en herramientas para transformar mi entorno. Por eso pienso que lo más valioso de mi empoderamiento no fue solo recibir información, sino entender que la información me pertenecía y que compartirla podía cambiar vidas. 

Cada vez que alzo la voz en un espacio de toma de decisiones, siento que le doy un abrazo a esa niña con la voz temblorosa frente al salón. Hasta el día de hoy, la frase que guía mi activismo es: "la información es poder". Porque sé lo que significa no tenerla, pero también lo que puede provocar cuando llega a las manos correctas. Quiero que más niñas puedan descubrir que sus voces importan, que pueden buscar respuestas a las preguntas que llevan dentro, y que nadie —ni el miedo, ni la sociedad— puede quitarles el derecho a imaginar y construir el mundo en el que desean vivir. 

 



Autor:Eva

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