En el hondo abismo, donde el alma cae,
y alacrancios demonios con su aguijón
perpetúan mi ser entre tinieblas y dolón,
el cuerpo ya olvidado de su tiempo yace.
¡Oh sombra de ti, reflejo fugitivo!
En cada espectro de esta vana tristeza,
valle de luto, ¡oh cruel naturaleza!
maldigo tus ojos que al sol, no los cautivo.
Eras tú, dolor, único que en mi pecho
guardó su celda, ave en prisión sombría,
luna azul que mi alma se perdía,
noviembre frío, ausente, como un trecho.
Mas sombras que me ahogan en su cruel danza,
se burla de mí el viento que me azota;
y en la piel marchita, la llama brota,
pues ya en mis huesos, la muerte avanza.
Soy aquel pájaro, de rojo mirar,
que vuela sin ser, devorando el abismo;
y en su vuelo, negrura y fatalismo
se abrazan, mientras mi alma se deja matar