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Tres años atrás un hombre con el rostro del tiempo golpeó mi puerta. Sus ojos no reflejaban más que el vacío. Eran un océano sin vida. Los surcos de su piel alrededor me hablaron de sus inmensos y apasionantes caminos y de su boca salió ligera una pregunta antes que un saludo
-"¿Para qué vive usted?-
_Discúlpeme- no nos conocemos para responder esa pregunta un tanto árida y compleja- Dígame antes quién es y por qué llamó a mi casa.
_Soy el viento que ha venido de las guerras del oeste levantando en círculos concéntricos pastos, el del sur limpiando las tormentas, el del este llamando a las mismas cuando se secan las hierbas y del norte cuando me enfada el comportamiento y juzgo... ah juzgar. Es una manía que debiera quitarse desde pequeños pero todos somos dioses en materia de dar consejos inútiles. Los mismos lo son cuando no se ha vivido en la subjetividad las mismas cosas. ¡Cómo un hombre en sentido genérico se atreve a dar un sermón de lo que debes hacer el otro!
Me integra saber a qué vino
_Nunca me he ido. Soy tu parte masculina en otra dimensión que te observa sin comprender que no has evolucionado. Tienes cincuenta años. Medio siglo en tus espaldas y es como si recién nacieras. Ni amores presentes, ni objetivos, ni luchas internas o externas más que la presenta la idiosincrasia de este tiempo.
Soy tu reflejo a oscuras, podría llamarme tu sombra. Esa que te sabe interiormente y desde la primera encarnación sigue tus pasos y atormenta tu espíritu.
La mujer consternada pasó su mano por un bucle rojizo y puso el mechón detrás de su oreja.
_Entonces debo ser poseedora de muchos nombres, deseo me llames X.
Quiero aprender qué oculto en las nieblas cuando dejo mi trabajo y ya no estoy en lo social convencional- su voz musitaba en sus adentros pero hacía redes en otros que estaban en su misma disyuntiva-
Primera lección.
La pérdida de ego no debe ser la del amor.
_X sabido es que la mujer es como una flor y como tal se marchita. El hombre tiene otra ánima en ese sentido, lo domina más saber hasta dónde llegó con su poder y ese falo es el mismo que posee la mujer joven al sentirse deseada. Ambos afanes en este universo se desvanecen y quedan atisbos del ser en la juventud que se revela y no comprende que ha crecido: no perdido. El crecer implica envejecer.
Constantemente le decimos a nuestros cuerpos que son ya viejos, marchitos, que de nada sirve intentar detener el tiempo. Empero quién se ama está en una bella melodía. Una rapsodia inteligente poblada de la eterna juventud que se plasma en las células. Es el amor a uno mismo.
Saberse en un mundo fatal en donde cada acción no tiene a priori su resultado puede resultar una tiniebla para nuestro ego.
El ego es la forma en que nos presentamos al mundo diciendo "Yo soy Johana P, abogada y muchas mujeres primero dicen su profesión antes que su nombre.
Lo mismo ocurre con los hombres en un discurso más elocuentemente fálico "Yo tengo"... una, dos o tres casas yo amo este mi auto nuevo yo, yo, yo aquí el verdadero ser desaparece.
Se evapora y en el mundo transitamos cargas pesadas que nos son mis puestas.
Pagamos con cada hora extraviada en la línea del tiempo que nos marca un principio y fin de la materia.
El alma nos ve desde fuera del cuerpo y espíritu. De ella se desprende un halo que no es mágico sino invisible a nuestros ojos miopes que contempla.
Observa cómo destruimos nuestro cuerpo que debe ser el templo de nuestro espíritu.
Como lo cuidamos y rehacemos desde nuestros hábitos cotidianos hasta la forma en que nos adaptamos a una sociedad hostil y peligrosa, que contamina los sentidos.
El alma nos dice que debemos subir escalones para no bajar más aquí en la madre Tierra. La reencarnación es la verdad absoluta.
Existen nueve. La novena es cuando hemos pulido nuestra esencia instintiva y retiniana y nos aferramos al vacío.
El vacío debe tener una connotación positiva. Es el encuentro en el espejo con lo que uno cree es y con lo que en verdad en sentido psicoanalítico es.
El camino es diferente para cada ser que existe en este plano.
Las luces muchas.
Las sombras nuestros miedos inconscientes o conscientes.