Aunque muchas veces lo parezca, aunque hayas aprendido a callar, a resistir, a endurecerte, no estás solo/a.
Esa coraza que construiste en la infancia, esa voz que te decía que sentir era debilidad, ese silencio que aprendiste a cargar en el pecho, no son lo que realmente eres.
Tú eres más que tu historia.
Eres más que el dolor que heredaste.
Eres más que lo que no supieron enseñarte.
Tal vez tu niño/a interior fue ignorado/a, maltratado/a o exigido/a en exceso.
Tal vez tu adolescente se refugió en los vicios, en la rabia, en la confusión.
Tal vez tu adulto/a se convirtió en una sombra de lo que alguna vez soñó ser.
Pero aquí estás.
Hoy.
En este presente que te ofrece otra posibilidad: la de mirar hacia adentro y recordar que puedes transformar lo que te formó.
No te digo que sea fácil.
Digo que es posible.
Que hay otros caminos más allá del control, el miedo o el silencio.
Tu ALMA no vino solo a resistir, vino a florecer.
Y cuando te permites sentir, llorar, hablar, cuestionar, abrazar, comienzas a sanar.
Porque la verdadera fortaleza no está en aguantar, está en reconocer tus heridas y elegir no seguir repitiéndolas.
Hoy no te hablo como mujer.
Te hablo como ALMA.
Desde la divinidad que vive en todos.
Desde el AMOR que no espera que seas perfecto, sino presente, sincero/a y humano/a.