Sanar nuestras heridas emocionales papá/mamá, es fundamental para ser mejores, ya que nuestra crianza está influenciada por nuestras experiencias pasadas.
Sin darnos cuenta, podemos transmitir a nuestros hijos/as patrones de dolor, inseguridad o miedo si no trabajamos en nuestras propias emociones.
Criar desde heridas no sanadas puede hacer que repitamos conductas que no queremos perpetuar.
Sanar no significa olvidar, sino comprender y transformar nuestro dolor en aprendizaje.
Al hacerlo, rompemos ciclos negativos y aprendemos nuevas formas de relacionarnos con nuestros hijos desde el amor y la consciencia, en lugar de la reactividad.
Esto nos permite ser más empáticos, pacientes y comprensivos, favoreciendo un ambiente seguro y emocionalmente saludable para ellos.
Nuestros hijos/as no necesitan padres/madres perfectos, sino presentes y conscientes.
Sanarnos a nosotros mismos nos ayuda a guiarlos con el ejemplo, enseñándoles a gestionar sus emociones y a construir su propia historia sin cargas innecesarias.
Al sanar, les damos el mayor regalo: la oportunidad de crecer en un entorno de amor y libertad emocional.