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Te voy a decir una cosa, la cuenta la lleva el cuerpo.
Las heridas de la infancia tienen un fuerte impacto en el cuerpo.
Reconocerlas es el primer paso para sanarlas.
Por ejemplo:
La herida de humillación. Esta puede manifestarse con una postura encorvada, espalda jorobada, hombros caídos y cabeza inclinada hacia abajo.
Esta herida se produce cuando una persona ha sido avergonzada, criticada o ridiculizada en su infancia. Puede llevarte a sentir que no eres suficiente o que merece ser castigad@.
Debes trabajar en tu autoestima y tu auto aceptación.
Practica afirmaciones positivas de auto compasión como estas:
• Soy consciente de lo que estoy sintiendo.
• Acepto lo que estoy sintiendo.
• Puedo ser amable conmigo misma
• Puedo darme la compasión que necesito.
• Todos cometemos errores. Soy humana.
Busca apoyo terapéutico para liberar la vergüenza acumulada.
Aprende a poner límites y valorar tu propia voz.
La herida del abandono se puede manifestar con sobrepeso sin causa aparente.
Tienes dificultad para bajar de peso incluso con dieta y ejercicio.
Sientes una sensación de vacío que se intenta llenar con comida.
Se produjo cuando te sentiste emocional o físicamente abandonad@ en la infancia.
Puede provenir de padres ausentes, indiferentes o emocionalmente fríos.
Eso te causó una sensación de desamparo.
Reconocer el miedo a la soledad y aprender a disfrutar del tiempo a solas te ayudará mucho.
Debes sanar el área de apego emocional y la dependencia afectiva.
Practica la gratitud y conéctate contigo misma
La herida de la injusticia se manifiesta con cuerpo rígido, ni muy delgado ni con sobrepeso.
Postura corporal tensa y perfeccionismo en la forma de caminar.
Surge en personas que crecieron con normas muy estrictas, exigencias altas o sentimientos de que nada de lo que hacen es suficiente.
Debes aprender a ser flexible y soltar la necesidad de control.
Sanar la auto exigencia y permitirte cometer errores.
Practica el equilibrio entre dar y recibir.
Trabaja en la confianza en la vida y en las personas.
La herida de la traición.
En los hombres se manifiesta en querer tener una espalda ancha, fuerte y musculosa.
En las mujeres, en querer tener caderas y glúteos grandes, bien formados.
Apariencia de fortaleza, pero con miedo al engaño.
Se desarrolla cuando hubo una figura de referencia (padre o madre) que no cumplió promesas o traicionó tu confianza. Genera la necesidad de ser fuerte para evitar ser lastimado.
Sanas cuando aprendes a confiar y soltar el control.
A sanar el miedo a ser lastimado en las relaciones.
Practica el perdón, sin justificar lo que pasó. Trabaja en tu seguridad personal sin necesidad de mostrarte fuerte todo el tiempo.
La herida del rechazo se puede manifestar con la sensación de querer desaparecer o evitar ciertos lugares.
Sientes inseguridad en grupos o ambientes sociales.
Te rechazas a ti mismo y a los demás sin darte cuenta.
Se genera cuando sentiste desde la infancia que no eras desead@ o aceptad@, lo que le te hace buscar escapar constantemente.
Para sanar tu autoestima, debes aceptarte completamente.
Identifica los pensamientos de autocrítica y transfórmalos.
Aprende a recibir amor y reconocimiento sin miedo.
Así fortalecerás tu identidad.
Estas son algunas de las heridas emocionales que no solo pueden afectar la mente, sino también el cuerpo.
Sanarlas no es cuestión de cambiar la postura o hacer dieta, sino de trabajar en la raíz emocional que las causó.
La sanación comienza con el autoconocimiento y la decisión de cambiar lo que nos limita.
Hoy comienza a trabajar con tus heridas emocionales y verás manifestaciones de sanidad y libertad en tu alma, tu cuerpo y tu mente.