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Obedeciste

¿Recuerdas esa vez en que te gritaron, te amenazaron o te dijeron:

“¡Obedeces porque lo digo yo!”?                           

Obedeciste, sí…

Pero no aprendiste a respetar.

Aprendiste a callar, a no molestar, a no ser tú.

Tu cerebro infantil activó la amígdala, como explica la neurociencia.

Eso que sentiste se llama secuestro emocional, pues dejaste de razonar para sobrevivir emocionalmente.

Y lo más triste es que creíste que eso era amor y que eso era normal.

Hoy, como padre o madre, tienes la oportunidad de hacerlo diferente.

De enseñar sin destruir.

De proteger sin aplastar.

De sanar mientras educas.

Ejemplo real con ejercicio:

Andrea (38) recordó que su padre la hacía obedecer a gritos.

— “¡Te callas o te meto una cachetada!”

Por años, no pudo expresarse con libertad.

Su voz se quedó chiquita… incluso siendo adulta.

Ahora, con su hija de 14 años, cuando siente el impulso de gritar, hace esto:

Se sienta, respira 3 veces y dice:

— “Estoy enojada, pero no voy a gritarte.

Te voy a explicar lo que necesito que hagas.”

Su hija… la escuchó.

La miró.

La entendió.

Y algo distinto empezó a nacer entre ellas: confianza.

Explicación del ejercicio:

Técnica de reprogramación del patrón aprendido:

1. Haz una pausa de 10 segundos antes de ordenar.

2. Recuerda cómo te sentías cuando te gritaban.

 

3. Habla desde la calma, no desde el impulso.

Porque sí, tu cerebro también necesita sanar

para poder educar sin repetir lo que dolió.

Para que tus hijos no tengan que ir a terapia por lo que no pudiste controlar.

Frase práctica para aplicar:

“No voy a gritar como lo hacían conmigo.

Voy a ser la guía que yo necesitaba.”

Consejo final:

Tu hijo no necesita temerte para obedecer.

Necesita sentirse seguro para aprender.

No repitas lo que te hirió.

No perpetúes lo que te rompió.

Cambia el grito… por la conexión.

Cambia el miedo… por presencia.

Y cuando lo logres… el niño que aún vive dentro de ti también te lo va a agradecer.

El mensaje es el Amor



Autor:Adina

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