Warning: mysqli_stmt::close(): Couldn't fetch mysqli_stmt in /home/c2060665/public_html/articulo.php on line 137
Las relaciones auténticas requieren valentía.
Cuando existe una conexión auténtica, ninguno de los dos intenta arreglar al otro, sino que ambos reconocen sus imperfecciones.
Esto crea un vínculo mucho más fuerte que cualquier ideal de perfección romántica.
Carl Jung vio en este tipo de conexión la base de un amor transformador: no el amor que solo complace, sino el que sana.
El amor que sana no es el que alimenta ilusiones, sino el que sostiene la verdad, y esta verdad a veces duele.
Duele porque nos obliga a mirar hacia dentro, a confrontar nuestros abismos, pero con la persona adecuada este dolor se vuelve soportable, incluso hermoso, porque es un dolor que purifica, que libera, que construye.
Y quizás esta sea la mayor señal de que has encontrado a la persona indicada.
No sientes la necesidad de ocultar quién eres, no tienes que fingir ser fuerte ni enmascarar tu fragilidad.
Simplemente puedes ser la otra persona también.
El espacio entre ustedes se vuelve sagrado, un lugar donde dos almas se encuentran sin máscaras.
Jung llamó a este momento el encuentro de los dos yoes.
Cuando el yo más profundo de uno conecta con el yo más profundo del otro.
Ya no hay juegos, estrategias ni miedo al rechazo.
Solo hay presencia.
Y esta presencia silenciosa y acogedora dice más que cualquier palabra: TE VEO.
Pero este encuentro no siempre ocurre de forma silenciosa.
A veces el amor llega como un terremoto que sacude viejas estructuras, rompe patrones repetitivos y confronta certezas que creíamos inquebrantables.
Esto sucede porque el amor verdadero no soporta el estancamiento; requiere movimiento, renovación, transformación.
Jung decía que todo lo que no confrontamos en nuestro interior termina manifestándose externamente en forma de destino.
Así, a menudo la persona que entra en nuestras vidas y causa el mayor impacto es quien, sin saberlo, nos ayuda a resolver problemas profundamente arraigados.