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Cuando el Hogar NO Aplaude

Hace poco, el futbolista Luis Suárez Díaz compartió en una entrevista con El País una anécdota que generó tanto simpatía como debate. Tras marcar cuatro goles en un partido, al llegar a casa su esposa no lo felicitó. Al día siguiente, ella le explicó que lo hizo para que mantuviera los pies en la tierra, porque en casa él “es uno más”.

Este gesto, aparentemente bienintencionado, ha sido celebrado por muchos como una muestra de humildad y equilibrio familiar. Sin embargo, desde la psicología, conviene preguntarse: ¿qué ocurre cuando los logros de una persona son sistemáticamente ignorados o minimizados por quienes más deberían validarlos?

La invalidación emocional: un daño silencioso

La psicóloga Marsha Linehan (1993), creadora de la Terapia Dialéctica Conductual (DBT), define la invalidación emocional como el proceso por el cual los sentimientos, pensamientos o logros de una persona son rechazados, negados o juzgados. Este patrón, cuando se repite en el tiempo, puede erosionar la autoestima, generar ansiedad y contribuir al desarrollo de inestabilidad emocional. En palabras de Linehan, la invalidación envía el mensaje de que las experiencias internas “no son válidas ni importantes”.

En el contexto de pareja, esta dinámica puede adquirir una dimensión especialmente dolorosa. El hogar, que debería ser un espacio de reconocimiento y apoyo, se convierte en un lugar donde el éxito se trivializa y la emoción se silencia.

Narcisismo, inseguridad y lucha de poder

¿Por qué alguien minimizaría los logros de su pareja? Las teorías sobre el narcisismo ofrecen una posible explicación. Otto Kernberg (1984) y Heinz Kohut (1971) describen cómo los individuos con rasgos narcisistas tienden a proteger una autoimagen inflada. El éxito del otro puede ser vivido como una amenaza, y la devaluación se convierte en un mecanismo de defensa para restaurar la percepción de superioridad.

Además, este comportamiento podría formar parte de una lucha de poder dentro de la relación. El psicólogo John Gottman (1994), en su investigación sobre la estabilidad matrimonial, identifica la crítica destructiva y el desprecio —que incluye el sarcasmo y la minimización— como dos de los “cuatro jinetes del apocalipsis” que predicen el fracaso de una relación. Estos patrones dañan el respeto mutuo y la conexión emocional, pilares fundamentales de cualquier vínculo sano.

Validar no es inflar: reconocer para crecer

No se trata de exigir ovaciones por cada logro, sino de comprender que el reconocimiento emocional es una necesidad humana básica. Validar lo que sentimos y alcanzamos no es vanidad, es salud emocional. En una relación sana, el éxito de uno es motivo de celebración para ambos. Porque cuando el amor se convierte en competencia, y el hogar en un campo de batalla silencioso, lo que se pierde no es solo el reconocimiento, sino la posibilidad de crecer juntos.

La anécdota de Suárez nos invita a reflexionar sobre cómo comunicamos en la intimidad, y qué tipo de vínculos estamos construyendo. ¿Estamos siendo compañeros que celebran, o jueces que corrigen? En última instancia, el verdadero equilibrio no se logra negando el brillo del otro, sino aprendiendo a compartir la luz.



Autor:Clara Manzo

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