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Datos y cifras
Se calcula que cada año padecen cáncer unos 400 000 niños y adolescentes de entre 0 y 19 años (1).
Los tipos de cáncer infantil más comunes son las leucemias, los tumores cerebrales, los linfomas y tumores sólidos como el neuroblastoma y los tumores de Wilms.
En los países de ingreso alto, donde en general hay acceso a servicios de atención integral, más del 80 % de los niños afectados de cáncer se curan. En cambio, en los países de ingreso bajo o mediano se curan menos del 30 % (2).
En los países de ingreso bajo o mediano, las muertes evitables por cáncer infantil obedecen a la falta de diagnóstico, diagnósticos incorrectos o tardíos, las dificultades para acceder a la atención de salud, el abandono del tratamiento, a la muerte por toxicidad o a recidivas (2).
Solo un 29 % de los países de ingreso bajo declara que su población tiene generalmente a su disposición medicamentos contra el cáncer, frente a un 96 % de los países de ingreso alto.
Panorama general
El cáncer es una de las principales causas de mortalidad en la infancia y la adolescencia. La probabilidad de que un niño sobreviva a un diagnóstico de cáncer depende del país en el que viva: en los países de ingreso alto, más del 80 % de los niños afectados de cáncer se curan, pero en muchos países de ingreso bajo o mediano se curan menos del 30 % (2).
Aunque por lo general el cáncer infantil no puede prevenirse ni detectarse por cribado, la mayoría de los cánceres infantiles pueden curarse con medicamentos genéricos u otros tipos de tratamiento, como cirugía y radioterapia.
Las menores tasas de supervivencia en los países de ingresos bajos o medianos pueden explicarse por un diagnóstico tardío, la incapacidad para efectuar un diagnóstico preciso, la falta de acceso a tratamientos, el abandono del tratamiento, la muerte por toxicidad (efectos secundarios de la medicación) y recidivas evitables. La mejora del acceso a la atención oncológica infantil, en particular a tecnologías y medicamentos esenciales, es sumamente costoeficaz, viable y puede mejorar las tasas de supervivencia en todos los entornos, independientemente del nivel de ingreso.
Para impulsar la continua mejora de la calidad de la atención y fundamentar la adopción de decisiones normativas, es indispensable contar con sistemas de datos sobre el cáncer infantil.
Causas
El cáncer afecta a personas de todas las edades y puede surgir en cualquier parte del cuerpo. Empieza con un cambio genético en una sola célula, que luego prolifera hasta dar lugar a una masa (o tumor), invade otras partes del organismo y, en ausencia de tratamiento, va causando daños hasta provocar la muerte. A diferencia de lo que ocurre con el cáncer en los adultos, se desconocen las causas de la mayoría de los casos de cáncer infantil. Se han realizado muchos estudios para tratar de determinarlas, pero a esas edades hay muy pocos cánceres causados por factores ambientales o ligados al modo de vida. Las medidas de prevención del cáncer en los niños deben centrarse en los comportamientos que impedirán que más adelante, cuando sean adultos, sufran cánceres prevenibles.
Algunas infecciones crónicas, como las debidas al VIH, el virus de Epstein-Barr o al parásito del paludismo, constituyen factores de riesgo de cáncer infantil. Estos factores tienen especial relevancia en los países de ingreso bajo o mediano. Hay otras infecciones que pueden elevar la probabilidad de que los niños padezcan cáncer en la edad adulta, por lo que es importante vacunarlos (contra la hepatitis B para prevenir el cáncer hepático y contra el virus del papiloma humano para prevenir el cáncer cervicouterino) y aplicar otras medidas como la detección precoz o el tratamiento de infecciones crónicas que pueden desembocar en cáncer.
Según se desprende de los datos actuales, alrededor de un 10 % de los niños que padecen cáncer tienen una predisposición de carácter genético (3). Es necesario investigar más a fondo para conocer los factores que influyen en la aparición de cáncer en los niños.
Cómo mejorar el desenlace clínico de los cánceres infantiles
Dado que en general no es posible prevenir el cáncer en los niños, la estrategia más eficaz para reducir la carga de morbilidad y mejorar la evolución clínica es centrarse en un diagnóstico precoz y correcto, seguido de un tratamiento eficaz y científicamente contrastado que se acompañe de medidas de apoyo personalizadas.
Diagnóstico precoz
Cuando el cáncer es detectado en una fase temprana, es más probable que responda a un tratamiento eficaz, lo que eleva la probabilidad de supervivencia, disminuye el sufrimiento y, a menudo, exige un tratamiento más económico y menos intensivo. Es posible mejorar considerablemente la vida de los niños con cáncer si la enfermedad se detecta pronto y se evitan retrasos en el tratamiento. Es fundamental establecer correctamente el diagnóstico, porque cada tipo de cáncer requiere una pauta terapéutica distinta que puede incluir cirugía, radioterapia y quimioterapia.
Un diagnóstico precoz tiene tres componentes:
conocimiento de los síntomas por parte de las familias y los profesionales de la atención primaria;
precisión y puntualidad en la evaluación clínica, el diagnóstico y la determinación del estadio de la enfermedad (es decir, la medida en que el cáncer está extendido); y
inicio rápido del tratamiento.
El diagnóstico precoz es importante en todos los entornos y, en muchos casos, aumenta la supervivencia. En países de todos los niveles de ingreso se han puesto en marcha con éxito programas para promover el diagnóstico precoz y correcto, a menudo mediante iniciativas de colaboración del gobierno con la sociedad civil, organizaciones no gubernamentales y asociaciones de padres, con especial protagonismo de estas últimas. El cáncer infantil se acompaña de una serie de síntomas de alerta (como fiebre, cefalea intensa y persistente, dolores óseos o pérdida de peso) que pueden ser detectados por las familias y por profesionales de la atención primaria de salud debidamente formados.
El cribado no suele ser de ayuda para detectar el cáncer infantil. En ciertos casos, en poblaciones que presenten un riesgo elevado, es una posibilidad que cabe contemplar. Por ejemplo, algunos cánceres oculares infantiles pueden deberse a una mutación hereditaria, por lo que, si se detecta esa mutación o enfermedad en la familia de un niño con retinoblastoma, se puede ofrecer asesoramiento genético y hacer un seguimiento de todos los hermanos practicándoles desde muy pequeños exámenes oftálmicos periódicos. Las causas genéticas solo tienen importancia en una pequeña proporción de los casos de cáncer infantil. No hay pruebas sólidas que avalen la realización de programas de cribado dirigidos al conjunto de la población infantil.
Tratamiento
Es fundamental contar con un diagnóstico correcto para poder prescribir un tratamiento adecuado para el tipo de cáncer y su grado de extensión. Los tratamientos habituales son la quimioterapia, la cirugía y/o la radioterapia. Además, es preciso prestar especial atención a la continuidad del desarrollo físico y cognitivo del niño y a su estado nutricional, labor que exige la intervención de un equipo multidisciplinario específico. En el mundo hay un acceso desigual y poco equitativo a diagnósticos eficaces, medicamentos esenciales, pruebas de anatomía patológica, hemoderivados, radioterapia, tecnología y atención psicosocial y asistencia paliativa.
No obstante, la curación del cáncer infantil es posible en más del 80 % de los casos, cuando el niño puede recibir atención oncológica. Como tratamiento farmacológico, por ejemplo, se suelen prescribir medicamentos genéricos de bajo costo que figuran en la Lista Modelo OMS de Medicamentos Pediátricos Esenciales. Cuando un niño acaba un tratamiento se le debe hacer un seguimiento permanente para detectar recidivas y posibles efectos del tratamiento a largo plazo.
Cuidados paliativos
La asistencia paliativa alivia los síntomas provocados por el cáncer y mejora la calidad de vida de pacientes y familiares. Aunque no se consigue curar a todos los niños con cáncer, siempre se puede aliviar su sufrimiento. Los cuidados paliativos pediátricos, considerados un elemento básico de la atención integral, se ponen en marcha cuando se diagnostica la enfermedad y se dispensan siempre, independientemente de que el niño reciba o no un tratamiento con finalidad curativa.
Se pueden instituir programas de cuidados paliativos que se dispensen fuera de los centros de salud, también a domicilio, para proporcionar analgesia y prestar apoyo psicosocial a los pacientes y familiares. Hay que procurar suficiente morfina de administración oral y otros analgésicos para tratar los dolores oncológicos de moderados a intensos, que afectan a más del 80 % de los enfermos de cáncer en fase terminal.