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A pesar de ser la columna vertebral de la producción y suministro de alimentos de consumo familiar en los países en desarrollo, las restricciones para el acceso de las mujeres a los recursos y servicios esenciales persisten aún. Mientras que en la mayoría de los países en desarrollo, tanto campesinas como campesinos carecen de acceso a los recursos adecuados, las mujeres enfrentan limitaciones aún mayores, debido a una serie de factores culturales, tradicionales y sociológicos. Para el desarrollo de estrategias de seguridad alimentaria resulta, pues, de vital importancia disponer de una información perfeccionada sobre los respectivos accesos de hombres y mujeres a los recursos y al control de los mismos.
Acceso a la tierra. Las mujeres no poseen siquiera el 2 por ciento de la tierra, aún cuando el procentaje de hogares que encabezan está en constante aumento. Los programas de reforma de la tierra, junto con la desintegración de las explotaciones comunales, desembocaron en la transferencia de los derechos exclusivos de la tierra a los hombres como cabezas de familia, lo que implica ignorar la existenia de hogares encabezados por mujeres y los derechos de las mujeres casadas a co-participar en estos derechos.
Acceso al crédito. En los países que disponen de información al respecto, solo el 10 por ciento de las facilidades crediticias se aplican a la mujer, sobre todo porque las leyes y usos nacionales no le permiten compartir los derechos de propiedad con su marido o porque los esquemas de titularidad excluyen a la mujer cabeza de familia, con lo que no puede reunir los requisitos exigidas por las instituciones de préstamo.
Acceso a los insumos agrícolas. El acceso de las mujeres a insumos tecnológicos tales como semillas mejoradas, fertilizantes y pesticidas, es igualmente limitado debido a que no suelen ser cubiertas por los servicios de extensión y a que rara vez son miembros de cooperativas, que a menudo son las que distribuyen los insumos subsidiados por los gobiernos a favor de los pequeños campesinos. En general, las mujeres carecen, además, de ingresos en contante para adquirir los insumos aún cuando son subsidiados.
Acceso a la educación, capacitación y servicios de extensión. Las dos terceras partes de los mil millones de analfabetos en el mundo son mujeres adultas y jóvenes. Las cifras disponibles revelan que solo el 5 por ciento de los servicios de extensión es dirigido a las mujeres rurales, aún si más del 15 por ciento de los agentes de extensión son mujeres. Además, la mayor parte de estos servicios se centran en las cosechas comerciales más que en las de alimento y subsistencia que, en cambio, constituyen la principal preocupación de la mujer rural y la clave de la seguridad alimentaria.
Acceso a la toma de decisiones. En la mayoría de las culturas, y dado el papel tradicionalmente limitado de las mujeres en el proceso de toma de decisiones a nivel de hogar, aldea y nación, sus necesidades, intereses y restricciones no suelen ser reflejados en los procesos de toma de decisión ni en las leyes que persiguen reducir la pobreza y alcanzar la seguridad alimentaria y la sosteniblidad medioambiental. Las causas de la exclusión de la mujer de los procesos de toma de decisiones están en estrecha relación con su papel reproductivo y carga de trabajo del hogar, que representan una parte importante de su tiempo.
Acceso a la investigación y a la tecnología apropiada. La mujer recibe pocos beneficios de las investigaciones en materia de innovaciones en general y en materia de producción de alimentos en paticular. Al respecto, la labor de investigación orientada a mejorar las cosechas concede baja prioridad a la producción de alimentos, no obstante su función determinante para garantizar la seguridad alimentaria del hogar y la comunindad. Además, a menudo se ignora el papel y las necesidades las campesinas a la hora de concebir tecnologías que pueden causarles pérdidas de empleo o aumentar su carga de trabajo.