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El otro día le pregunté a mi madre si después de casi 60 años de matrimonio todavía estaba enamorada de mi padre.
Ella me miró con una expresión que parecía decir... ¿Cómo puedo explicarlo de una manera que lo entiendas?
Y ella no respondió. Ella solo sonrió...
Pero cuando llegué a casa, miré mi teléfono y esto es lo que ella me había escrito:
*"A veces me preguntas si todavía estoy enamorada de él. Y sonrío, no porque la pregunta sea tonta, sino porque es difícil de explicar.
¿Cómo digo que sí, pero no como antes? No con mariposas en el estómago, no con fuegos artificiales... pero con raíces.
El amor, después de tantos años, ya no es un sentimiento que te sacude. Es una certeza que te sostiene. No acelera tu corazón; calma tu alma. No hace temblar las manos; te da la fuerza para levantarte cada día.
No hay más sorpresas, pero hay rituales: café al mismo tiempo, discusiones tontas sobre cómo colgar las toallas, la forma en que nos tapamos cuando uno de nosotros estornuda. No parecen grandes cosas... pero lo son.
En este punto, ya no espero grandes gestos románticos.
Espero que me escuche cuando me duele la espalda. Abrazarme cuando me rompo. Para no dejarme sola cuando ni siquiera me entiendo.
Y lo hace. En silencio. Sin pantalla. Simplemente está ahí.
Amar después de una vida juntos no es como en los libros.
Es más como tener tu propio idioma, uno que nadie más entiende.
Una forma de mirarse el uno al otro que solo tiene sentido cuando has vivido el mismo dolor, el mismo agotamiento, las mismas ganas de seguir adelante.
Así que sí, todavía estoy enamorada de él. Pero no como al principio.
Estoy enamorado de todo lo que hemos construido. Con la paz que viene de saber que, aun en la tormenta, él sigue siendo mi refugio. "*